jueves, 8 de noviembre de 2012

Relato de miedo


Hola, tengo 11 años y me llamo Rashid, me conocen como el ‘’fiestas’’ ya que me encanta poner siempre buena cara a todo lo que me ocurre e intento buscarle el lado más divertido. Actualmente vivo en el más fúnebre, enigmático y misterioso barrio de Toledo, en el casco antiguo.
Mi padre es un rabino importante en la ciudad y debido a esta circunstancia soy bastante practicante y todos los viernes practico el culto. Mi madre es ama de casa y está dedicada en cuerpo y alma a cuidar de mí y de mi padre y en encargarse de las tareas del hogar.
Antes de vivir aquí en Toledo, vivía en el más prestigioso lugar para mi comunidad, en Jerusalén, Salem en judío, y decidimos venirnos a vivir aquí a España como consecuencia a que expulsaran a mi padre del papel de guía espiritual. Antes, allí en Jerusalén, nuestra situación económica era bastante precaria. Ahora parece que esta situación mejora por momentos aunque no estamos demasiado bien ya que el judaísmo es una religión desconocida en este país y las personas desconfían de nuestra cultura. Me encanta jugar al fútbol y al juden raus, que es un juego muy divertido y conocido entre los judíos, aunque todos mis amigos dicen lo contrario; yo creo que no pillan la dinámica del juego.
Bueno, basta ya de hablar de mí y ahora os voy a contar mi experiencia en el mundo de los fantasmas y los espíritus. Todo empezó un viernes, un viernes bastante especial ya que se trataba del Yom kapur, que es el día en que todo judío debe asistir a la sinagoga para arrepentirse de los pecados cometidos. Ese día decidí quedarme un rato más en la sinagoga para ayudar a mi padre a volver a poner todo en su sitio después de la ceremonia. Entonces descubrí una puerta desconocida por mí y tras segundos reflexionando sobre si entrar o no, decidí a atreverme. Justo antes de que pudiera entrar mi padre me pilló y me tuve que tragar mis ganas por descubrir qué aguardaba detrás de esa misteriosa puerta.
Esa misma noche la pasé pensando en lo ocurrido y en lo que podría haber en aquel lugar y tras una noche sin pegar ojo, mi curiosidad ganó la partida a mi miedo a la posible respuesta de mi padre si me veía entrar allí. Ideé un plan genial: a primera hora de la mañana mi padre tenía que acudir a una reunión que organizaban para rabinos de toda Europa, que por casualidad se celebraba aquí en Toledo. Sólo tenía que robarle a mi padre las llaves de la sinagoga para poder acceder a ella y aproveché un despiste para quitárselas; dicho y hecho, por fin había llegado el gran momento de descifrar lo que había detrás de esa puerta.
Primero abrí el gigantesco portón de la sinagoga con mucho esfuerzo gracias a las grandes dimensiones de éste y una vez dentro, pasé un gran miedo ya que no encontraba el interruptor de la luz. Tras varios traspiés conseguí  ver y entonces me dirigí hacia la sala con la que tanto había soñado con descifrar lo que aguardaba. Entonces… descendí por una escalera únicamente iluminada por un par de antorchas, y cuando conseguí bajar la escalinata y en medio de la oscuridad, descubrí un pasadizo de paredes angostas. A través de él accedí a una habitación peculiar. Cuando me disponía a leer lo que había escrito en un antiguo códice del siglo XVI un rabino muy conocido entre nuestra comunidad, un compartimento apareció de la nada tras un antiguo pero, a su vez, pesado mueble. Y sin pensármelo dos veces fui a investigar qué había por allí. Lo primero que descubrí fue un colgante de lo más elegante y sin dudarlo dos veces me lo colgué. Al ver que no había nada más interesante en aquella sala decidí salir de la sinagoga escondiéndolo, antes de salir, entre mis ropas para que mi padre no tuviera ninguna idea sobre lo ocurrido y no sospechara.
Justo en ese momento un taxi se estrelló en el más oscuro y fúnebre callejón de la ciudad y decidí ir a ver lo ocurrido. Al acercarme al taxi me sorprendió que no había nadie; parecía que el conductor se hubiera esfumado y yo no daba crédito a lo ocurrido. Salí despavorido, no sabía lo que estaba pasando y corrí hasta mi casa sin mirar atrás. Nada más llegar a mi casa, decidí escuchar música para olvidarme de lo sucedido y entonces…. las canciones se cambiaban solas sin que yo tocara ningún botón. Estaba asustado, no sabía qué hacer, estaba agobiado, pensé en que podía ser casualidad, pero ya dos cosas, demasiada casualidad y entonces ya para rematar, unos libros que tenía sobre mi escritorio se empezaron a pasar a una velocidad impresionante. Entonces pensé en acudir a mi mejor amigo, la única persona en que confiaba que no diría nada. A continuación, me trasladé a su casa.
-“¿Por qué has venido?”, me preguntó Óscar.
-“Hay una cosa que te quiero decir, y no sé cómo hacerlo”, afirmé.
-“¿El qué?”, dijo éste.
-“¿Crees en los fantasmas?”, pregunté.
-“Pues no sé, todavía no he tenido ninguna experiencia con ellos, ¿por qué me lo preguntas?”, miró extrañado.
-“Es que lo que te voy a contar en seguida no te lo vas a creer; creo que hay fantasmas vagando por el mundo de los vivos”, dije.
-“¡Estarás de broma, como de costumbre! ¿Qué te hace decir semejante atrocidad?”.
-“Ayer nada más salir de la sinagoga, un monovolumen se estrelló delante de mí y al dirigirme al taxi para observar los daños lo único que vi en el asiento del copiloto era una enorme salpicadura de sangre”, dije con cara preocupada.
-“Increíble, nunca pensé que esto podría ocurrirle a alguien”.
-“Por eso he acudido a ti para que me aconsejes en tan angustiosa situación”.
-“Bueno, en el instituto no dejan de hablar de un juego para contactar con los espíritus, la wija, me parece que se llama; ¿qué tal si la probamos? Tengo mucha curiosidad”.
-“Ok, mañana a las cinco quedamos en tu casa para dirigirnos juntos a un lugar donde podamos probar esta actividad”.
Esa misma noche me acosté junto a una espada de juguete de mi hermano por si las moscas, y me pasé toda la noche abrazado a ella. Al día siguiente, justo a las cinco de la tarde me planté en la puerta de Óscar y desde allí nos fuimos en busca de una amiga de hace bastante tiempo, que tenía mucha experiencia en el mundo del espiritismo.y comenzamos la sesión.
-“Cuerpos del cosmos, universo del más allá si hay alguien vagando por el mundo de los vivos, manifiéstate”. Entonces el vaso en el que teníamos todos puestos nuestros dedos…. SE MOVIÓ, no paraba de moverse como si nos quisiera comunicar algo. De repente, las persianas de la casa empezaron a subir y bajar constantemente y la imagen de una niña diabólica se enfocó en una de las paredes en un abrir y cerrar de ojos; después la médium se puso a expulsar un líquido rojo por la boca y sus ojos se convirtieron en esferas blancas. Entonces la puerta principal empezó a abrirse y a cerrarse con un chirrido y el piano comenzó a tocar una melodía diabólica. No sabíamos lo que estaba ocurriendo y el vaso se empezó a mover sobre el tablero indicando las letras: h-o-b-a-m-u-s-u-m-p-r-i-e-t.
-“Hobamus um priet, ¿qué quiere decir?”, preguntó Oscar.
-“No lo sé”, afirmé.
Después de aquel mensaje, cuando creíamos que ya todo había terminado, la médium se volvió loca; no paraba de moverse y con cara de pánico nos volvimos a nuestras respectivas casas, despavoridos. Más tarde, sobre las nueve de la noche, Óscar me llamó por teléfono con una voz un tanto extraña y tras las experiencias ocurridas durante el día me propuse quedar al día siguiente a las 6 de la tarde para investigar lo ocurrido. Cuando llegué a su casa me encontré la puerta abierta; entré y al dirigirme a su cuarto vi la puerta del baño abierta y ……. me encontré con el cuerpo sin vida de Óscar en la bañera, con los ojos de color rojo y con arañazos repartidos en todo su cuerpo; el agua estaba ensangrentada. En seguida grité auxilio pero nadie me escuchó y con el cuerpo de Óscar entre mis brazos le di el último adiós a mi amigo, a mi compañero.
Su muerte provocó un mayor interés en resolver este asunto. Entonces comprendí lo que quería decirnos aquel espíritu con aquello de hubamos um priet, quería decirnos "devolvedme a mi origen" en judío. Después me dispuse a mirar en internet sobre espiritismo judío y en todas las páginas me salían muchas letras y símbolos. Tras un rato de investigación, mi padre se acercó por detrás y me dio una sorpresa.
-“Sé lo que estás pensando; te he estado siguiendo todos estos días y todo lo sucedido te está pasando por el colgante, ese que robaste de la sinagoga. Antiguamente ese colgante era utilizado por la magia negra para atraer los malos espíritus a todo al que lo llevara. Ahora lo importante es devolverlo a la sinagoga antes de que ocurra ninguna desgracia más”.
Entonces los dos entramos en la sinagoga y nada más atravesar las puertas éstas se cerraron instantáneamente. Corrimos hasta la habitación y dejamos el colgante en el lugar del que nunca debió salir. Al fin pude terminar el hechizo. En ese momento a mi cabeza vino el nombre de Óscar y me fui a su casa, donde estaba enterrado; en la lápida se podía leer:
Esto aún no ha terminado.
FIN

Stephen B. 1ºB

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