Hola, tengo 11 años y me llamo
Rashid, me conocen como el ‘’fiestas’’ ya que me encanta poner siempre buena
cara a todo lo que me ocurre e intento buscarle el lado más divertido. Actualmente
vivo en el más fúnebre, enigmático y misterioso barrio de Toledo, en el casco
antiguo.
Mi padre es un rabino
importante en la ciudad y debido a esta circunstancia soy bastante practicante
y todos los viernes practico el culto. Mi madre es ama de casa y está dedicada
en cuerpo y alma a cuidar de mí y de mi padre y en encargarse de las tareas del
hogar.
Antes de vivir aquí en Toledo,
vivía en el más prestigioso lugar para mi comunidad, en Jerusalén, Salem en
judío, y decidimos venirnos a vivir aquí a España como consecuencia a que
expulsaran a mi padre del papel de guía espiritual. Antes, allí en Jerusalén,
nuestra situación económica era bastante precaria. Ahora parece que esta
situación mejora por momentos aunque no estamos demasiado bien ya que el
judaísmo es una religión desconocida en este país y las personas desconfían de
nuestra cultura. Me encanta jugar al fútbol y al juden raus, que es un juego
muy divertido y conocido entre los judíos, aunque todos mis amigos dicen lo
contrario; yo creo que no pillan la dinámica del juego.
Bueno, basta ya de hablar de mí
y ahora os voy a contar mi experiencia en el mundo de los fantasmas y los
espíritus. Todo empezó un viernes, un viernes bastante especial ya que se
trataba del Yom kapur, que es el día en que todo judío debe asistir a la
sinagoga para arrepentirse de los pecados cometidos. Ese día decidí quedarme un
rato más en la sinagoga para ayudar a mi padre a volver a poner todo en su
sitio después de la ceremonia. Entonces descubrí una puerta desconocida por mí
y tras segundos reflexionando sobre si entrar o no, decidí a atreverme. Justo
antes de que pudiera entrar mi padre me pilló y me tuve que tragar mis ganas
por descubrir qué aguardaba detrás de esa misteriosa puerta.
Esa misma noche la pasé
pensando en lo ocurrido y en lo que podría haber en aquel lugar y tras una
noche sin pegar ojo, mi curiosidad ganó la partida a mi miedo a la posible
respuesta de mi padre si me veía entrar allí. Ideé un plan genial: a primera
hora de la mañana mi padre tenía que acudir a una reunión que organizaban para
rabinos de toda Europa, que por casualidad se celebraba aquí en Toledo. Sólo tenía
que robarle a mi padre las llaves de la sinagoga para poder acceder a ella y
aproveché un despiste para quitárselas; dicho y hecho, por fin había llegado el
gran momento de descifrar lo que había detrás de esa puerta.
Primero abrí el gigantesco portón
de la sinagoga con mucho esfuerzo gracias a las grandes dimensiones de éste y
una vez dentro, pasé un gran miedo ya que no encontraba el interruptor de la
luz. Tras varios traspiés conseguí ver y entonces me dirigí hacia la sala
con la que tanto había soñado con descifrar lo que aguardaba. Entonces… descendí
por una escalera únicamente iluminada por un par de antorchas, y cuando conseguí
bajar la escalinata y en medio de la oscuridad, descubrí un pasadizo de paredes
angostas. A través de él accedí a una habitación peculiar. Cuando me disponía a
leer lo que había escrito en un antiguo códice del siglo XVI un rabino muy
conocido entre nuestra comunidad, un compartimento apareció de la nada tras un
antiguo pero, a su vez, pesado mueble. Y sin pensármelo dos veces fui a
investigar qué había por allí. Lo primero que descubrí fue un colgante de lo
más elegante y sin dudarlo dos veces me lo colgué. Al ver que no había nada más
interesante en aquella sala decidí salir de la sinagoga escondiéndolo, antes de salir, entre mis ropas para que mi padre no tuviera ninguna idea sobre lo ocurrido y no
sospechara.
Justo en ese momento un taxi se
estrelló en el más oscuro y fúnebre callejón de la ciudad y decidí ir a ver lo
ocurrido. Al acercarme al taxi me sorprendió que no había nadie; parecía que el
conductor se hubiera esfumado y yo no daba crédito a lo ocurrido. Salí
despavorido, no sabía lo que estaba pasando y corrí hasta mi casa sin mirar
atrás. Nada más llegar a mi casa, decidí escuchar música para olvidarme de lo
sucedido y entonces…. las canciones se cambiaban solas sin que yo tocara ningún
botón. Estaba asustado, no sabía qué hacer, estaba agobiado, pensé en que podía
ser casualidad, pero ya dos cosas, demasiada casualidad y entonces ya para
rematar, unos libros que tenía sobre mi escritorio se empezaron a pasar a una
velocidad impresionante. Entonces pensé en acudir a mi mejor amigo, la única
persona en que confiaba que no diría nada. A continuación, me trasladé a su
casa.
-“¿Por qué has venido?”, me
preguntó Óscar.
-“Hay una cosa que te quiero
decir, y no sé cómo hacerlo”, afirmé.
-“¿El qué?”, dijo éste.
-“¿Crees en los fantasmas?”, pregunté.
-“Pues no sé, todavía no he
tenido ninguna experiencia con ellos, ¿por qué me lo preguntas?”, miró
extrañado.
-“Es que lo que te voy a contar
en seguida no te lo vas a creer; creo que hay fantasmas vagando por el mundo de
los vivos”, dije.
-“¡Estarás de broma, como de
costumbre! ¿Qué te hace decir semejante atrocidad?”.
-“Ayer nada más salir de la
sinagoga, un monovolumen se estrelló delante de mí y al dirigirme al taxi para
observar los daños lo único que vi en el asiento del copiloto era una enorme salpicadura
de sangre”, dije con cara preocupada.
-“Increíble, nunca pensé que
esto podría ocurrirle a alguien”.
-“Por eso he acudido a ti para
que me aconsejes en tan angustiosa situación”.
-“Bueno, en el instituto no
dejan de hablar de un juego para contactar con los espíritus, la wija, me
parece que se llama; ¿qué tal si la probamos? Tengo mucha curiosidad”.
-“Ok, mañana a las cinco
quedamos en tu casa para dirigirnos juntos a un lugar donde podamos probar esta
actividad”.
Esa misma noche me acosté junto
a una espada de juguete de mi hermano por si las moscas, y me pasé toda la
noche abrazado a ella. Al día siguiente, justo a las cinco de la tarde me planté en
la puerta de Óscar y desde allí nos fuimos en busca de una amiga de hace
bastante tiempo, que tenía mucha experiencia en el mundo del espiritismo.y
comenzamos la sesión.
-“Cuerpos del cosmos, universo
del más allá si hay alguien vagando por el mundo de los vivos, manifiéstate”. Entonces
el vaso en el que teníamos todos puestos nuestros dedos…. SE MOVIÓ, no paraba
de moverse como si nos quisiera comunicar algo. De repente, las persianas de la
casa empezaron a subir y bajar constantemente y la imagen de una niña diabólica
se enfocó en una de las paredes en un abrir y cerrar de ojos; después la médium
se puso a expulsar un líquido rojo por la boca y sus ojos se convirtieron en
esferas blancas. Entonces la puerta principal empezó a abrirse y a cerrarse con
un chirrido y el piano comenzó a tocar una melodía diabólica. No sabíamos lo
que estaba ocurriendo y el vaso se empezó a mover sobre el tablero indicando
las letras: h-o-b-a-m-u-s-u-m-p-r-i-e-t.
-“Hobamus um priet, ¿qué quiere
decir?”, preguntó Oscar.
-“No lo sé”, afirmé.
Después de aquel mensaje,
cuando creíamos que ya todo había terminado, la médium se volvió loca; no
paraba de moverse y con cara de pánico nos volvimos a nuestras respectivas
casas, despavoridos. Más tarde, sobre las nueve de la noche, Óscar me llamó por
teléfono con una voz un tanto extraña y tras las experiencias ocurridas durante
el día me propuse quedar al día siguiente a las 6 de la tarde para investigar lo
ocurrido. Cuando llegué a su casa me encontré la puerta abierta; entré y al
dirigirme a su cuarto vi la puerta del baño abierta y ……. me encontré con el
cuerpo sin vida de Óscar en la bañera, con los ojos de color rojo y con
arañazos repartidos en todo su cuerpo; el agua estaba ensangrentada. En seguida
grité auxilio pero nadie me escuchó y con el cuerpo de Óscar entre mis brazos
le di el último adiós a mi amigo, a mi compañero.
Su muerte provocó un mayor interés
en resolver este asunto. Entonces comprendí lo que quería decirnos aquel
espíritu con aquello de hubamos um priet, quería decirnos "devolvedme a mi
origen" en judío. Después me dispuse a mirar en internet sobre espiritismo judío
y en todas las páginas me salían muchas letras y símbolos. Tras un rato de
investigación, mi padre se acercó por detrás y me dio una sorpresa.
-“Sé lo que estás pensando; te he
estado siguiendo todos estos días y todo lo sucedido te está pasando por el
colgante, ese que robaste de la sinagoga. Antiguamente ese colgante era
utilizado por la magia negra para atraer los malos espíritus a todo al que lo llevara.
Ahora lo importante es devolverlo a la sinagoga antes de que ocurra ninguna
desgracia más”.
Entonces los dos entramos en la
sinagoga y nada más atravesar las puertas éstas se cerraron instantáneamente. Corrimos
hasta la habitación y dejamos el colgante en el lugar del que nunca debió
salir. Al fin pude terminar el hechizo. En ese momento a mi cabeza vino el
nombre de Óscar y me fui a su casa, donde estaba enterrado; en la lápida se
podía leer:
Esto aún no ha terminado.
FIN
Stephen B. 1ºB
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