Era un niño que se llamaba Paco, de doce años, al que le encantaba el fútbol. Siempre estaba jugando, en todas partes, en el colegio, en el parque o, incluso, en su casa, donde su madre no le dejaba. Sus padres no tenían dinero para apuntarle en un equipo, pues tenían pocos ingresos. El padre regentaba un pequeño bar que no daba dinero alguno, herencia de sus padres, que en esa época sí daba dinero, pero que, en las condiciones en las que estaba, solo entraban cuatro parroquianos que no tenían nada que hacer.
Su madre, además de ser ama de casa, siempre tenía algún trabajo que le daba para comprar comida: cuidaba ancianos, a niños pequeños, limpiaba casas...
Paco ya era mayorcito para entender la situación en la que se encontraban sus padres, tenía cuatro hermanos más, pero él solo pensaba en sí mismo y quería tener todo lo que pedía.
Cuando los padres no se lo daban, se ponía a llorar y gritar como un loco. Sus padres trataban de explicarle que no tenían dinero ni para comer, que no podían comprarle todos sus caprichos y que además de él tenían a sus cuatro hermanos, que él no era el único. Lo entendía, pero como era tan avaricioso, lo quería todo para él.
Paco insistía en que lo apuntaran a un equipo de fútbol, porque así sería mejor jugador y podría llegar a ser un futbolista famoso. Sus padres entendían que a él le encantaba el fútbol y jugaba muy bien, pero no podían pagar tanto dinero, porque el dinero que tenían para la comida y sus cuidados no era ni la mitad de lo que pedía el entrenador del equipo.
Nuestro protagonista se las daba de ser un niño con mucho dinero y una familia fantástica. Decía que su padre era notario y su madre, la jefa de un gran hotel donde solo iba gente prestigiosa y de gran importancia. Siempre se lo restregaba a los niños en el colegio y decía que sus padres eran más importantes que los demás. Entonces, un amigo le preguntó:
-Paco, ¿por qué no te apuntas a mi equipo de fútbol?
-Porque sois todos muy malos y yo soy mejor que vosotros, no merezco estar en ese equipo, tengo que estar en un equipo superior.
Su amigo Jorge se calló y se fue.
Al día siguiente, sus padres fueron a hablar con el entrenador para que le hiciera una prueba y apuntarlo, aunque fuera en un equipo en el que pagaran menos dinero.
El entrenador era muy arisco. Los padres de Paco le explicaron su situación y le dijeron que el niño era muy bueno, que por lo menos le vieran entrenar un día. El entrenador aceptó y le dijo que al día siguiente fuera al campo de fútbol a las cinco y media, que entrenaría con todos los niños del equipo.
Los padres de Paco le avisaron y no durmió en toda la noche. Por la mañana se fue muy contento al colegio y les dijo a todos sus compañeros que iba a entrenar con el mejor equipo de su pueblo. Por la tarde, Paco preparó las cosas y se fue solo, porque sus padres estaban trabajando. Al entrar al campo, vio a su amigo Jorge y se quedó petrificado porque no sabía que iba a entrenar en su equipo, el mismo del que había dicho que era muy malo.
Al llegar a su casa, sabía que el entrenador había llamado a sus padres para comunicarles que estaba admitido y que el muchacho podía llegar a ser un buen jugador.
...Pero para Paco, aquello era poco. Por su egoísmo no entró en el equipo.
Más tarde, recapacitó y pensó en todo lo que había hecho a sus amigos, las mentiras sobre sus padres... Al final el niño se quedó sin equipo de fútbol, sin amigos, sin nada, por ser tan avaricioso y por no valorar todo lo que tenía.
Dale importancia a lo que tienes antes de perderlo.
Andrea 3ºB.
No hay comentarios:
Publicar un comentario