miércoles, 6 de mayo de 2015

MICRORRELATOS DE 2º A-B

Érase una vez un planeta tan pequeño, tan pequeño, que cuando lo descubrimos lo aplastamos.
Celeste C.

Había una vez un campesino gordo y feo que se había enamorado (¡cómo no!) de una princesa hermosa y de grandes ojos. 
Un día, la princesa (ve a saber por qué) le dio un beso al feo y gordo campesino... Y mágicamente, este se transformó en un esbelto y apuesto príncipe... (Por lo menos así lo veía ella. Por lo menos, así se sentía él). 
Andrea Ch. 

Rainy days 
La noche era oscura, la lluvia golpeaba los cristales de la ventana, el viento ensordecedor rugía entre las ramas de los árboles; a lo lejos se oía el ronco estrépito de la tormenta. Las entrañas de la casa temblaban por la fuerza de la tempestad. En la soledad de la noche solo el chasquido de la leña al quemarse en la chimenea me hacía compañía. Tan solo mis orejas sobresalían de la manta de mi cama, intentando captar el más mínimo sonido fuera de lo normal. Sí, allí estaba, como un susurro, como la sombra de un susurro, como el fantasma de un susurro... y, de repente, MIAU.
Ylva S.

Estoy ahí
Se acerca la Pascua y estoy un poco triste. El primer fin de semana de abril escondíamos las chocolatinas. Él parecía un niño escondiéndolas por la casa. Todo se iluminaba, significaba alegría, y esta Pascua significaba tristeza. A lo lejos él nos dice: "No os pongáis tristes pues la Pascua, ya sabéis es alegría, no tristeza. Yo siempre estoy ahí entre vosotros, en vuestro corazón. Pasadlo bien. Yo estoy ahí"
Alejandra G.

-Adiós- dijo con su último aliento, pero no se fue, ni se movió, simplemente ya no estaba.
Sara G.

El inocente
Cuando era pequeña y me gastaban una broma, mis compañeros decían: "Inocente, que se te caen los dientes". Yo no comprendía nada, pobre de mí. Por más que me miraba los dientes no veía ningún defecto, ni se movían, ni tenía caries.
Ahora lo pienso y me río. Si hubiese sido verdad... ¡cuántos dientes se me hubieran caído.
María C.

Me levanto, bebo mi té, como galletas y al día siguiente, estoy gorda.
Elena R.

 Me levanté y salí corriendo, miré hacia atrás por última vez hasta que estuve lo suficientemente alejada para no ver nada. 
Laura P.

Sentí el frío de su espada posada en mi cuello. Una gota de sudor se derramaba por su rostro cuando empezó a apretar la espada. Escuchó un ruido y me hizo un leve corte en el cuello mientras huía, mas ese leve corte fue el último que sentí.
Ismael P.

Hoy era el día, el campeonato de ajedrez que tanto esperábamos. Mientras pulsaba el botón que señalaba el final de mi jugada, y de mi victoria, empezaron a sonar sirenas y a venir coches patrulla de todas y cada una de las esquinas del parque. Comienzan a bajarse docenas de policías de los coches con porras y pistolas. Mi contrincante había cometido un asesinato, el mío. 
 Sara G. y Luna R. 

 ¡Quiero un ascensor para mí!
Cada día que llego del instituto a la hora de comer, voy contando los minutos para no encontrarme con mi vecino en el ascensor. 
Pienso: "Vamos , vamos, ciérrate que escucho sus pasos acercándose".
- ¡Hola! ¡Buenas tardes!- Me encuentro con su cara de estúpido diciéndome: ¿Vas al quinto, verdad?
-¡Argg!- Sí, sube.
Malena R.  

Hay veces que sin saberlo deseamos que alguien muera, no que muera literalmente, sino que muera de amor porque dicen que el amor es inevitable y que lo inevitable es amor.
María D.

Coges la caja, hay galletas y coges la última. De pronto... ya no queda nada.
Irene G. 
 

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