jueves, 13 de marzo de 2014

Cuentos al estilo del Conde Lucanor

 

Cuento

   Un día, Rodolfo estaba intentando hacer unos planos para la maqueta de su amigo, sin saber hacerla ni por asomo, aunque le había dicho que sí sabía.
   Llevaba intentándolo toda la tarde y la noche y no podía hacerla. De  la vergüenza que sentía al haber mentido a su amigo, no podía llamarlo para decírselo. A eso de las diez y media de la noche, su madre Roberta Patricia, se preocupó por él. Rodolfo se lo contó todo y su madre le dijo:
- Te voy a contar un cuento parecido a tu situación. 
Rodolfo encantado se dispuso a escuchar muy atentamente mientras la madre empezaba.
- Una vez en un pueblo de España de cuyo nombre no quiero acordarme, vivía una familia: padre, madre y un niño. Eran muy felices hasta que un día llegaron unos visitantes un tanto peculiares: unos ratones. 
   Los ratones se comían la comida de los estantes y eso molestaba a la familia. Tenían un perro, un esplendoroso podenco andaluz. Siempre protegía a su dueño y al enterarse del asunto de los ratones decidió atacarlos. 
   El perro creía que era muy  fácil ya que lo hacían los gatos. Yendo a su escondrijo, vio que estaban comiéndose la comida de su amo. 
   Se abalanzó sobre ellos, sin saber que cerca de allí había una trampa con un queso. Dado que era un perro, no tenía tanta agilidad como un gato: se tropezó y cayó de golpe en la trampa. Los ratones se percataron y empezaron a reírse del perro, mientras este chillaba de dolor. 
   El perro  dijo a los ratones: 
- ¡Por favor, ayudadme! ¡Siento haber ido a por vosotros!
Los ratones se compadecieron  y lo liberaron. Cuando ya estaba suelto, uno de los ratones dijo:
- Eso te pasa por creerte un gato.

Después del cuento, Rodolfo llamó a su amigo, le contó la verdad y lo arregĺó.
   "No realices las funciones para las que no tienes condiciones." 
                                                                                                   Rafael P.  3ºD 

Las apariencias

A principio del primer trimestre, una niña llegó al instituto. Era bajita, morena y de ojos claros. Tenía una expresión simpática y agradable, lo cual hacía que todo el mundo quisiera ser su amigo y confiara en ella.

  A la niña, que se llamaba Ana, le  gustaba mucho escuchar los secretos de los demás, pero ella nunca contaba nada de sí misma.

   Un día, una compañera, llamada Elena, se sentía mal, y decidió confiar en ella, entonces le contó su secreto.

   Le dijo que hacía un mes había ido al médico porque le daban muchos mareos y muy a menudo. Este le dijo que era diabética y que se tenía que inyectar insulina todos los días, por la mañana y por la noche. Al escuchar esto, Ana no sabía qué decir y solo se le ocurrió decirle que no se preocupara que ella no diría nada a nadie y que si tenía algún otro problema, podría confiar en ella. Elena se sintió mucho mejor sabiendo que podría contar con Ana para lo que fuera, entonces la invitó a su casa para agradecérselo. 

   A partir de  ese momento, se hicieron grandes amigas, pero Ana seguía sin contarle nada de ella. A Elena le parecía algo extraño, pero como tampoco quería parecer una curiosa, no le preguntaba nada. 

   Un día, al llegar al instituto, todo el mundo empezó a mirarla con cara de asco y a reírse de ella. La niña, avergonzada, decidió ir a contárselo a Ana y esta le dijo que no se preocupara que no sería nada. Pasaron varias semanas y la gente seguía despreciando a Elena, hasta que un día en la clase de Plástica empezaron dibujo técnico y un niño, al coger el compás, le dijo a Elena:

-¡Mira Elena, soy un yonki, como tú!

Y la niña respondió:

-¿Pero qué dices?

El niño se empezó a reír y le dijo:

-Vamos, Elena, no te hagas más la tonta, que todos sabemos que te pinchas todos los días, ¡drogadicta!. 

   Toda la clase empezó a reírse, incluso Ana, que estaba sentada a su lado, se rio de ella. 

   Elena no pudo aguantar más y se fue llorando de la clase. Cuando por fin se tranquilizó, fue a buscar a Ana y le preguntó por qué se había reído de ella en vez de defenderla. Esta le respondió que ella no tenía por qué defenderla si nunca había sido su amiga y que ahora, gracias a ella, todo el mundo creía que, en vez de insulina se inyectaba droga. Elena comprendió que no debía guiarse más por las apariencias de los demás, ya que la podrían traicionar, que por muy  buena que pareciera Ana, le demostró lo contrario.

"Cuidado, ¡las apariencias engañan!"

                                                                                                                 Inmaculada J. 3ºD



El rey y el comerciante

Érase una vez, en un pequeño reino, hace mucho tiempo, un rey al que le surgió un problema: debía impresionar a un joven con mucho dinero para poder hacer un trato y que le comprara un establo y una granja. 

   Para impresionarlo le dijo que era mago, que podía hacer el truco más difícil y curar a las personas.

   El joven no se lo creyó del todo pero el rey insistió tanto que, al final, el joven comerciante quedó convencido. 

   Al día siguiente, sonó su puerta, el rey , extrañado, fue a abrir. Era el comerciante con una bolsa de oro para pagar al rey. El rey, entusiasmado, fue a coger la bolsa, pero el comerciante lo paró y dijo:

-Si quieres que yo el dinero te dé, un truco de magia debes hacer. 

   El rey se puso nervioso ya que había mentido sobre su magia. Tan nervioso se puso, que se desmayó . Cuando despertó, el comerciante no estaba y tampoco el oro. 

"Se puede mentir para conseguir una cosa, pero al final te quedará poca cosa".   

                                                                                                                Pablo B. 3ºD

 

El canario y el mirlo

Le pasó a un canario que nunca daba nada.
   Había una vez un canario que era muy malo y no ayudaba a nadie. Una vez un mirlo muy elegante le pidió que le diera un trozo de su pan y el canario, como siempre dijo que no. Varias veces lo intentó el mirlo y varias veces se negó el canario. 
   Cuando el canario tuvo que pedir ayuda al mirlo, este le iba a ayudar pero escuchó susurrar al canario:
- Ja, ja, nunca le doy y él me va a dar, ¡qué pringao!
Entonces como el mirlo escuchó eso, le dijo que no le ayudaría. 

"Ayuda al que lo necesite, porque alguna vez te puede pasar a ti".  
                                                            José Miguel S. 3ºD

                                                                                                     

Un día en la vida de José
  Érase un niño que estaba en clase de Lengua y su maestra le mandó que hiciese una historia inventada por él. José,  que es el nombre el niño, no había tenido nunca muy buenas notas en Lengua, por lo que ese trabajo le serviría para subir su nota. 
   Así pues, cuando regresó a su casa se sentó en su escritorio y se puso a pensar. De pronto empezó a inventar una historia. 
   Era una familia que, aparentemente, parecía perfecta y feliz, en la que todos: el padre, la madre y los dos hermanos se llevaban genial. A ojos de los vecinos, amigos y demás, eran una familia perfecta.
   Pero cada vez que se cruzaban las puertas de su casa, toda aquella apariencia de felicidad desaparecía, ya que los padres se faltaban al respeto mutuamente, los niños se  peleaban y toda la frustración, enfado e impotencia que tenían todos del trabajo, el instituto, peleas o cualquier tontería sin importancia, daba igual lo que fuera, todo era pagado con la familia.

   El hijo mayor (Dani) tenía catorce años y no solía traer a muchos amigos a casa, pero cuando lo hacía, siempre notaba una cara rara y de asombro en sus amigos. Cuando veían la falta de respeto y los gritos que pegaban a su familia, los amigos veían que todo aquello que se apreciaba en la calle era solo hipocresía. Daniel no entendía el porqué de la reacción de sus amigos, ya que él siempre había estado acostumbrado a todos aquellos gritos e insultos. 

   Un día, el 21 de febrero, justo antes del cumpleaños de su hermano menor, Juan, los padres dijeron a los dos hermanos que se iban a dar un tiempo. Él no entendía el porqué y solo preguntaba:
-¿Ya no vamos a comer todos juntos nunca más? ¿Ya no saldremos a jugar al tenis todos juntos? ¿Ya no cenaremos juntos como antes?
Y los padres a todo aquello solo respondían:
- A veces es mejor estar separados, es mejor para nosotros  y sobre todo, para vosobros. 
   Daniel nunca entendió el porqué de esas palabras de su padre. Hasta que un día se paró a pensar y se dijo:
-A lo mejor es que no quiero entender por qué no están juntos, pero en el fondo, lo sé. Da igual que a los demás les asombre el divorcio de mis padres, da igual que solo comenten y me pregunten , porque yo sé que para que una familia funcione tiene que haber respeto, y por mucho cariño que hubiese, sin respeto nada funciona. Ahora mis padres están separados, pero sí puedo decir que tengo una familia, la mejor familia perfecta que pueda haber, porque ahora todos nos respetamos y, aunque ellos no estén juntos, todos nos queremos incluso más. 

   José terminó su historia con aquel punto y final y se dio cuenta de que aquella historia que había escrito era su vida, y reconocer y ver todo lo bueno que trajo la separación de sus padres, pudo hacerle tener una concentración mayor, hacer su historia de Lengua y sobre todo ser feliz junto a su familia perfecta. 

   A veces las cosas no salen como pensábamos y a veces nos pasan cosas que no deseamos, pero podemos intentar ver todo lo bueno que algo aparentemente malo nos puede traer. 
   Es decir, no hay mal que por bien no venga. 
                                                                                         Alba P. 3ºD   
  
Otro cuento
   Este cuento comienza con la historia de un niño de tres años. El pequeño vivía en una familia desestructurada. Su padre renunció al pequeño, y su madre trabajaba y cuidaba al hermano de cuatro meses.
   El pequeño creció y se convirtió en un joven muy independiente. Se acostumbró a hacer siempre todo solo, nunca pidió ayuda a nadie, incluso llegó al punto que repudiaba cualquier clase de ayuda aunque la necesitara. Además era muy callado, nunca hablaba si no lo precisaba la situación.
   El joven era una persona bastante educada y muy buena, con bastante paciencia, él ante todo pedía educación y respeto en su presencia. 
   Todo marchaba bien para él, se convirtió en una persona muy querida por todo el mundo y su vida empezaba a ser perfecta: era el mejor en los deportes, tenía muy buenas notas en los estudios, era bastante conocido y empezó a salir con la chica que siempre le había gustado, en conclusión: lo tenía todo.

   Pero de la noche a la mañana, sus padres quisieron arreglar el pasado para tener una mejor relación con el chico. Su padre se acercaba y  el chico se alejaba, nunca conseguía establecer un lazo completo con su hijo. Con el tiempo, el padre dejó de intentar acercarse al chico, y fue lo peor que podía hacer. Por culpa de esos intentos fallidos, el chico dejó de confiar en la palabra de las personas y terminó siendo una persona bastante fría. 

   Su madre también intentó arreglar el pasado y empezó a prestarle más atención, pero él estaba tan poco acostumbrado, que siempre que hablaban, el chico terminaba gritando, enfadado, porque  se molestaba cpn todo. La madre quiso arreglar tanto el pasado, que no se dio cuenta de que le estaba arruinando el presente y posiblemente el futuro, ya que siempre tenía mal humor por culpa de las mismas discusiones, por intentar tener una conversación decente. 
El mal carácter hizo que perdiera a todos sus amigos, esto hizo que dejara de practicar deporte porque no tenía a nadie con quien practicarlo. Sus notas se transformaron negativamente y su novia le dejó porque no aguantaba su mal carácter. 
   Todo fue como una reacción en cadena y el chico acabó sin nada por culpa de los cambios en su vida y por su maldito orgullo.

   Este cuento te enseña que no te puedes arrepentir de tus errores del pasado y si elegiste un camino no deberías rectificarlo, ya que podría fastidiar otra vida en el presente. Además te enseña que si no te comes el orgullo a tiempo, te puede hacer perder cosas que en realidad sí te importa perder. 

                                                                                      Diego P. 3ºD        

Fábula

   Una vieja cabra iba a pasar y vio una hierba con buena pinta y fue a cogerla. Un ciervo que pasaba por allí fue a quitársela. La cabra intentó que se la diera porque estaba vieja y no comía desde hacía tiempo, el ciervo era joven y tenía más posibilidades de coger más buenas hierbas, pero el ciervo era de cabeza dura.
  Finalmente, se comió la hierba y al anochecer se puso malísimo, al día siguiente murió porque la hoja era venenosa. Por ser agonioso falleció.
La vida, tarde o temprano, te lo devuelve todo.
                                                     
                                                                                  María José R. 3ºD

Otro cuento más

El conde Lucanor nos contó que había una vez un león que tenía ya muchos años y quiso ir a cazar por su cuenta, pero dada su edad, no podía y mandó a un zorro que vivía muy cerca. Le dijo que le daría la mitad de aquella caza.
   El zorro volvió a casa del león con la gran cena. El león hambriento se lo metió todo en la boca. El zorro quiso detenerlo pero no pudo.
   Cuando el león acabó, el zorro replicó preguntándole por qué no le había dado su parte. El león le miró y le echó de casa. El zorro salió enfadado y se preguntaba a sí mismo por qué había ayudado al león.
El león, al día siguiente, se levantó con hambre. Salió a ver si el zorro podía ayudarle a traer algo de comida. Lo vio y lo siguió, diciéndole que esta vez sí iba a compartir. El zorro no se lo pensó dos veces y le dijo que no.
   El león, desesperado,  salió solo y quiso cazar por sí mismo.
   Vio una gacela joven y fue a atraparla, la gacela corrió desesperada y el león se cayó, no pudo andar, se quedó allí sin que nadie se preocupase ni le llevase a su casa . Y aprendió que si quería que le ayudaran, tenía que ayudar o, al menos, cumplir sus promesas.  Y esta es la moraleja.
                                                                       Sophie C. 3ºD

1 comentario:

Unknown dijo...

Me gusto eso cuento