lunes, 8 de abril de 2013

El jarrón de miel


El JARRÓN DE LOS DESEOS

Aquel día me desperté en un claro rodeado de una densa vegetación. Estaba muy confuso pues no sabía en qué lugar me encontraba, ni cómo llegué allí. Me sentía muy cansado y a duras penas conseguí ponerme en pie. Intenté erguirme pero no lo conseguí pues perdía el equilibrio nada más intentarlo. Miré mis extremidades inferiores, y para mi sorpresa, me encontré con unas patas peludas en vez de piernas, y unas pezuñas en vez de manos. Agudicé mi oído y escuché el sonido de un arroyo. Tenía mucha sed, así que decidí ir a buscarlo. Dado que no poseía piernas humanas, me apoyé sobre mis cuatro patas y caminé hacía el río. Enseguida me di cuenta de que no era tan difícil como yo pensaba. Cuando por fin llegué hasta el agua, coloqué las manos en formas de recipiente para llenarlas de agua, pero entonces me di cuenta de que no las poseía, así que me incliné para beber y al levantar la cabeza me llevé una gran sorpresa. Del  susto me caí al agua y, al salir, volví a mirarme. No quería creerme lo que estaba viendo. Salí corriendo por donde vine, y me detuve en el lugar de mi descanso.
Me acordé de cómo me burlaba de los demás por su aspecto, ¿Qué me dirían ahora si me viesen?
Divisé unas vestimentas de hombre, entre la maleza, a las que antes no presté mucha atención. Esas ropas eran mías. Yo era un hombre, al menos antes de haberme despertado de mi sueño, y ahora era un zorro. Ese era mi único pensamiento en ese momento. Me mordí las patas creyendo que me despertaría de esa horrenda pesadilla… Pero no fue así. Hurgué en los bolsillos de mi ropa y me encontré una libreta. La abrí y fui pasando las páginas como pude. Me llamó la atención una de ellas en la que ponía:
18 de Marzo de 1990
Yo, Jack Legendre me he adentrado en la selva Amazónica para encontrar el jarrón de los deseos y por fin he descubierto su paradero. Me voy ahora mismo a buscarlo.
Si mis cálculos no me fallan esta nota la debí de escribir ayer mismo. Seguí pasando las páginas en busca de más información sobre aquel jarrón misterioso, y me encontré con esta otra:
El jarrón de los deseos
 Cuenta la leyenda que lo crearon una tribu que vivía en la selva amazónica conocida como bölcs. Quien consiga este jarrón podrá pedir un solo deseo que se cumplirá por muy inimaginable que sea. Esta tribu lo escondió para que no cayera en malas manos. Además de ello, los bolcs dejaron un mensaje en el que ponía: csak az a személy, több tiszta szívvel lesz képes, segítségével az istenek, még a váza, que significa: solo la persona con el corazón más puro podrá, con ayuda de los dioses, encontrar el jarrón.
Poco a poco fui ordenando mis ideas hasta sacar esta conclusión:
Mi nombre es Jack Legendre y decidí penetrar en la selva amazónica con el propósito de encontrar el jarrón de los deseos que se hallaba yendo hacia… hacia el… ¡Gggrrrr qué rabia!, no conseguía acordarme del lugar al que debía dirigirme. A lo mejor era hacia el sur… o hacia el norte, también podría ir hacia al este… o al oeste. Volví a hojear el cuaderno, para saber la dirección que debía tomar, pero fue en vano. Me encontraba perdido en medio de aquella selva y para colmo en el cuerpo de un zorro. Decidí echarme una siesta, a ver si así se me pasaba este dolor de cabeza y, poco a poco, fui cayendo en un profundo sueño.
Me despertó un sonido que no conseguía distinguir bien, pues aún estaba un poco aturdido, así que fui hasta el río y me di un chapuzón para despejarme un poco. Al salir me sacudí y regresé al claro. Volví a escuchar aquel sonido de nuevo, pero esta vez pude distinguirlo, era dulce y armonioso como si un cascabel marcase el ritmo de un arpa. Era, sin duda alguna, la voz de alguien cantando. Me fui aproximando siguiendo aquel hermoso sonido hasta que me paré y lo busqué con la mirada, aunque sin éxito. Escuchaba la voz a mi lado pero no conseguía ver quién la producía. De pronto aquel sonido cesó. Me quedé quieto sin saber qué hacer y entonces la voz volvió a sonar, pero esta vez decía:

-         Estoy aquí, ¿no me ves?
-         ¿Quién eres? – pregunté yo.
-         Soy Mia.
-         Sal para que pueda verte.
-         No puedo pues te asustarías.
-         No me asustaré te lo prometo.
No podía creerme lo que veían mis ojos: Ante mí apareció un ser hermoso y diminuto con un vestido de color rojo y unas alas preciosas, ¡Era un hada! Me quedé boquiabierto observando a aquel ser. Mia se tomó el silencio como algo malo y se escondió de nuevo entre los árboles.
-         ¿Por qué te escondes? – Pregunté aun sin entender su gesto.
-         Porque sabía que te ibas a asustar.
-         Lo siento no pretendía que pensaras eso.
-         Entonces, ¿por qué te has quedado callado?
-         Porque nunca antes he visto un ser tan bello como tú.
-         Y yo nunca he visto un animal que tenga consciencia.
-         Es una historia muy larga…
-         Tengo mucho tiempo – dijo Mia – Por favor, cuéntamela.
Le expliqué todo lo ocurrido desde mi despertar hasta mi encuentro con ella.
-         ¿Así que tienes el cuerpo de un zorro pero la mente de un humano? – dijo Mia.
-         Así es y quiero llegar hasta el jarrón para poder saber la razón de mi transformación.
-         ¿Podría acompañarte? – Preguntó Mia
-         Podría ser muy arriesgado…
-         Por favor déjame ir.
-         De acuerdo.
-         Muchas gracias.
Volvimos al claro, pues estaba anocheciendo, y después de planear un poco la expedición del día siguiente nos acurrucamos el uno junto al otro y nos quedamos dormidos.
A la mañana siguiente me desperté, fui de nuevo al río y al volver me di cuenta de que Mia ya no estaba, ¡había desaparecido! La llamé todo lo fuerte que pude pero no aparecía. Por el rabillo del ojo vi un objeto al que no había prestado atención. Era un jarrón, me aproximé a él y miré el interior, estaba lleno de agua. Me quedé como hechizado, sin poder apartar los ojos de él. Entonces empezaron a salir imágenes al principio borrosas pero después de un rato pude ver que era una cara humana… ¡Era la mía! En ese momento una ráfaga de recuerdos inundó mi cabeza. Lo recordé todo, quién era, mi familia, mi aspecto, dónde vivía, etc. Me di cuenta de lo vanidoso que yo era y no quise creerlo, pero en el fondo sabía que era cierto. No podía ser, me negaba a creérmelo. Deseaba con todas mis fuerzas poder cambiarlo de alguna forma, y entonces algo sucedió. Empecé a brillar y cuando cesó me miré las manos ¡eran humanas! Al igual que los pies y todo mi cuerpo. Cogí mi ropa y me vestí. Volví la mirada hacia el jarrón, pero este ya no estaba. En realidad no me importaba pues había conseguido el mejor regalo que uno puede tener: darse cuenta de sus errores y lo mejor de todo, poder remediarlos. No perdí más tiempo, salí de la selva para cambiar mi vida a mejor. Y según iba caminando escuché de nuevo la canción más hermosa del mundo, era Mia que volvía a cantar, tal vez para despedirse, tal vez por gusto o tal vez para guardarme aquella canción en mi corazón.

FiN


MORALEJA:
Solamente Un corazón sencillo podrá entender las cosas grandes de la vida.

                                                                              Mikel P.D. 

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