martes, 2 de abril de 2019

Cuento al estilo del Conde Lucanor 18/19 por Raquel Ferrer, 3º B

Una tarde caminaba el Conde Lucanor junto con Patronio por los jardines del castillo, mientras mantenían una conversación:

-Patronio, agradezco sin parar que Dios me haya hecho ser tan bueno en lo que hago, en casi todo a lo que dedico mi tiempo, pero bien es cierto que, hay tantos momentos, últimamente, en los que hay cosas que me salen mal, que casi entro en desesperación cuando fallo en algo que tanto he practicado. Le ruego que me dé algún consejo para este problema sin salida que tengo.

-Señor Conde Lucanor,- respondió Patronio- me temo que consejo como tal no puedo daros, mas una breve historia sí que sería útil que os contara. 

El Conde pidió de buenas maneras a Patronio que le contase la historia.

- Señor Conde Lucanor, - comenzó a hablar Patronio- en una selva lejana, muy lejana y húmeda, de altas palmeras y floridos arbustos, habitaba, entre una gran cantidad de especies diferentes, un pequeño mono. Este monillo del que le hablo era conocido por ser el más ágil de todos los animales de la selva y el resto de monos envidiaban su capacidad de ir de árbol en árbol sin llegar a tocar el suelo, sin llegar a tropezarse ni una sola vez. 
Un día este pequeño mono se levantó y observó que en su árbol preferido ya no quedaban bananas y tuvo que dirigirse hacia uno más lejano para conseguir su desayuno. Por supuesto, para cuando fue a pegar el primer salto, ya estaban observándole todos sus amigos: el resto de monos, los cocodrilos, las serpientes y las aves.
Pero el mono cayó al suelo. Todos se preguntaron cómo era posible que el mono más ágil de la selva cayese al suelo, incluso cuando el hipopótamo había logrado subirse al árbol y realizar un salto como ese  (aunque esa es otra historia). 

Así que, señor conde Lucanor, debéis tener muy presente que hasta los monos se caen a veces de los árboles. Y no dude que vos seguiréis cometiendo fallos en cosas que tenéis ya muy dominadas, pero eso es algo normal. Así que deje de preocuparse por asuntos de tan poca importancia. O esa es mi recomendación. 

El conde recapacitó y pensó en aquel mono y en lo que Patronio le había dicho, y aprendió a tomarse sus propios errores de una manera diferente y a preocuparse menos y todo le fue mejor. 

                                                 Cosas extrañas pueden suceder,
                                                los monos de los árboles también pueden caer. 

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